Se trata de aprender a discernir cuándo tenemos que actuar desde el mayor, cuándo desde el adulto y cuándo desde el pequeño.
Pensemos que todo lo que en algún momento ha sido captado conscientemente por la persona permanece como si estuviera grabado y almacenado en nuestro cerebro.
El personaje mayor.- En él se hallan las grabaciones verbales y no verbales de las actitudes, conductas y conceptos que fueron aprendidos desde la infancia: pautas sociales, morales, religiosas, etc. Este personaje nace durante los primeros meses y, a través de él, a lo largo de toda la vida seguimos imitando no sólo las figuras parentales, sino también otras que representan una autoridad.
El mayor juzga, ordena, critica y protege.
El personaje adulto.- Es como una computadora que procesa la realidad a través del pensamiento racional y lógico. Recopila información de fuentes internas y externas mediante los cinco sentidos. Es el único personaje capaz de desaprender y reaprender lo mal aprendido (el que nos puede ayudar a alcanzar el éxito). Siempre funciona con información. Canaliza la creatividad y la energía bajo el prisma de la sensatez, la ética y la responsabilidad.
El adulto computa y razona.
El personaje pequeño.- Es en el que residen las emociones, la imaginación, la intuición, la diversión, la creatividad, la espontaneidad, el arte y la energía.
El personaje pequeño busca el placer y trata de evitar el dolor. Se manifiesta también porque a veces es grosero, llorón, violento y exigente. En él está lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros y lo que nos gusta hacer.
El pequeño crea, siente, intuye y se divierte.
El mayor y el pequeño actúan y dan respuestas automáticas. El adulto es el único que realmente piensa.
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