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Edición nº 185
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Séptima y última virtud cardinal: Templanza
Séptima y última virtud cardinal: Templanza
Terminamos con esta columna la serie de las siete virtudes cardinales, compuestas de tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) y cuatro virtudes clásicas (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza).
Según el Nuevo Testamento (que parece no estar muy de acuerdo con esta virtud): Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apocalipsis 3: 14-16)
En una historia zen: una fervorosa budista se esforzaba por acrecentar su amor al prójimo. Pero siempre que iba al mercado, un comerciante le hacía proposiciones indecentes.
Cierta mañana lluviosa, cuando el hombre la importunó una vez más, ella perdió el control y le golpeó en la cara con el paraguas. Esa misma tarde fue a buscar a un monje para contarle lo ocurrido.
-Estoy avergonzada- dijo. –No conseguí controlar mi odio.
-Desde luego, no estuvo bien eso de que sintieras odio por él- respondió el monje. –La próxima vez que te diga algo, llena tu corazón de bondad... y vuelve a pegarle con el paraguas, pues él sólo entiende este lenguaje.
En el Día Judío del Perdón: En el día del Yom Kyppur, el rabino Elimelekh de Lisensk llevó a sus discípulos adonde trabajaba un albañil.
-Fijaos en el comportamiento de este hombre –les dijo, -pues él consigue entenderse bien con el Señor.
Sin darse cuenta de que estaba siendo observado, el albañil concluyó sus tareas y se acercó a la ventana. Sacó del bolsillo dos pedazos de papel, y los levantó hacia lo alto, diciendo:
-Señor, en una hoja he escrito la lista de mis pecados. He cometido algunos errores, y no tengo por qué esconder que Te ofendí en varias ocasiones. En el otro papel está la relación de Tus faltas para conmigo. Me exigiste más de lo necesario, me trajiste momentos difíciles, y me hiciste sufrir. Si comparamos las dos listas, estás en deuda conmigo. Pero como hoy es el Día del Perdón, Tú me perdonas, yo te perdono, y continuamos juntos nuestro camino durante un año más.
En una historia islámica: Mohamed ibn Suqah cuenta la historia de Abdalah y Mansur, dos fieles musulmanes.
Cierto día, Abdalah le pidió ayuda a su amigo. El tiempo fue pasando, y no recibía ninguna ayuda. Por fin, un día, Mansur preguntó:
-Hermano, tú me pediste ayuda, y yo no he hecho nada. Sin embargo, no parece que esto te moleste.
-Somos amigos desde hace años. Aprendí a quererte antes de que necesitara este favor- respondió Abdalah. –Y voy a continuar queriéndote, aunque no me hagas caso.
Mansur respondió:
-No te ayudé hasta ahora porque quería conocer la fuerza de tu deseo. He visto que esta fuerza es más fuerte que la discordia y el odio. Mañana tendrás lo que me pediste.
Y PARA TERMINAR ESTA SERIE CON UN POCO DE HUMOR...
Según un matrimonio mayor: los dos desayunaban el día de sus bodas de oro. La mujer untó mantequilla en la corteza del pan y se la ofreció al marido, quedándose ella con la miga. -Siempre quise comerme la mejor parte –se dijo a sí misma, -pero le quiero, y durante estos cincuenta años procuré controlarme, y le daba siempre la miga. Pero hoy quiero darme este gusto.
Para su sorpresa, en el rostro de su marido se abrió una gran sonrisa:
-Gracias por este regalo. Durante cincuenta años siempre quise comerme la corteza, pero como te gustaba tanto, nunca me atreví a pedirlo, para mantener la armonía de nuestro matrimonio.
Según un matrimonio más joven: La esposa le regaló al marido por navidad dos bonitas corbatas. Éste, satisfecho, vistió su mejor traje, se puso una de las nuevas corbatas, e invitó a su mujer a cenar fuera. Mientras comía, se dio cuenta de que su mujer parecía muy triste:
-Cariño, estoy sintiéndome ansiosa y desequilibrada- dijo ella tras un largo silencio. -¿Por qué llevas esa corbata? ¿No te ha gustado la otra?
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