Responsabilidad = Respuesta inteligente La primera vez que leí esta definición, me sorprendí. Decía… respons igual a respuesta y abilidad exactamente lo que dice: habilidad. Analizándola y trabajándola en muchos aspectos de la vida… acepté su descripción como muy acertada. No son lo mismo: La responsabilidad del que gobierna con la del que es gobernado. La responsabilidad de quien se sabe y acepta como ciudadano que de quién solo es un habitante. La responsabilidad de quién es analfabeto con quien no lo es. Acompáñeme en el análisis… Quien gobierna tiene obligaciones, deberes y derechos. Asume responsabilidades facultándoselo de poderes instituidos en la Constitución y las leyes. Maneja el dinero público (de todos los habitantes, incluyendo los que vendrán) y debe hacer un uso apropiado de tales funciones. También administra las compras y bienes del estado nacional, provincial o municipal. Como ser humano, quién es gobernante puede mentir y esconder… Reconozcámoslo son características nuestras… es humano. El asunto se agudiza cuando ellos (los gobernantes) mienten y actúan en consecuencia. Una cosa es la mentira de un simple gobernado. Puede faltar al trabajo o si es adolescente faltar al colegio, usando una mentira de excusa o justificativo. ¡Las consecuencias son infinitamente diferentes! Si quién gobierna actúa sin favorecer al pueblo y los bienes públicos, está procediendo en contra de la ley, por ende los otros poderes deben intervenir en defensa de los derechos públicos (los de todos nosotros). Si ambos gobernantes no lo hacen, lisa y llanamente incumplen los deberes que se comprometieron ejercer. Quiebran la confianza y violan la fe pública, no cumplen una promesa… es una falta grave en contra de los intereses del pueblo. Quien se sabe ciudadano se informa, reclama, controla y ejerce sus derechos… esto es opinar, solicitar la intervención de quienes ejercen responsabilidades en la sociedad, es un compromiso con la sociedad. La mentira es la violencia. Altera la verdad. Ningún hecho violento nace sin la mentira… Una parte quiere cambiar su realidad apropiándose de bienes ajenos. La autoridad esta ausente… y lo peor es que adolece de respuestas hábiles a ella. Entretanto cada vez mas palabras y cada vez mas inseguridad. Por esto cada día más argentinos eligen PARARSE SOBRE SUS DERECHOS. ¡Esta es la dura realidad! Evidentemente en el último tiempo, medido en meses o semanas, la situación general ha empeorado. Mas inseguridad, mas violencia, mayor presión mediática con información elaborada para exacerbar, mayor desarmonía política, mayor incertidumbre, entre otros efectos de esta singular crisis política que ha logrado trabar casi en todas sus líneas a las múltiples cadenas del comercio y la industria. Por eso aumentaron los cheques rechazados, la devolución de mercaderías, la merma de ventas, un aumento sustancial de la incertidumbre…. Que pasan con quienes no actúan como ciudadanos, sin embargo son habitantes. Se quejan, se aíslan, no conforman grupos civiles para ocuparse de los asuntos vecinales o públicos. Solo trabajan y toman distancia de la gran cantidad de desequilibrios que tiene nuestra sociedad. Si tomamos de referencia a nuestro país como si fuese una familia, tendríamos a papá y a mamá sin cooperar entre ellos y ocultándoles la realidad a sus hijos y demás familiares. Los vínculos de interrelación son de gran desconfianza, con una cooperación insuficiente… solo esfuerzos individuales aislados. Vivimos, un modelo de autodestrucción ejecutado sobre el conjunto de la sociedad en forma inexplicable. Hasta la próxima. Juan Báez
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El gran despilfarro "Al darle a Wall Street lo que fue más que un regalo multimillonario, los formuladores de las políticas públicas debilitaron su propia credibilidad, y pusieron a la economía en general en riesgo". domingo, 29 de noviembre de 2009 A principios de la semana pasada, el auditor general del Programa de Ayuda para los Activos Problemáticos, también conocido como fondo para el rescate bancario, dio a conocer su informe sobre el rescate de la aseguradora American International Group (AIG) en 2008. Lo esencial del informe es que funcionarios gubernamentales no hicieron ningún intento serio para extraer concesiones a los banqueros, aun cuando recibieron enormes beneficios. Y se perdió algo más que dinero. Al darle a Wall Street lo que en efecto fue más que un regalo multimillonario, los formuladores de las políticas públicas debilitaron su propia credibilidad, y pusieron a la economía en general en riesgo. El rescate de AIG fue parte de un patrón: durante toda la crisis financiera, funcionarios claves -más notablemente Timothy Geithner, presidente de la Reserva Federal de Nueva York en 2008 y ahora secretario del Tesoro- han evitado hacer cualquier cosa que pudiera sacudir a Wall Street. Y la amarga paradoja es que este enfoque de jugar a lo seguro ha terminado debilitando las posibilidades de la recuperación económica. El trabajo de arreglar la economía rota está lejos de haberse hecho; aunque terminarlo se ha vuelto casi imposible ahora que la población ha perdido fe en los esfuerzos gubernamentales, percibiéndolos como poco más que dádivas a las personas que nos metieron en este lío. Sobre el asunto AIG: durante los años de la burbuja, muchas financieras crearon la ilusión de estabilidad financiera comprándole derivados CDS, básicamente pólizas de seguros en las que la aseguradora prometió compensar la diferencia si los prestatarios caían en mora. Era una ilusión porque no tenía ni remotamente dinero suficiente para cumplir sus promesas si las cosas salían mal. Y, claro, las cosas salieron mal. Entonces, ¿por qué proteger de las consecuencias de sus errores a los banqueros? Bueno, para cuando quedó clara la falsedad de AIG, el sistema financiero mundial estaba al borde del colapso, y funcionarios juzgaron -quizá correctamente- que al permitir que AIG quebrara se llevaría al sistema financiero a su límite. Así que AIG se nacionalizó efectivamente, sus promesas se convirtieron en obligaciones de los contribuyentes. Sin embargo, ¿había alguna forma de limitarlas? Después de todo, los bancos habrían tenido grandes pérdidas si se hubiera permitido que AIG quebrara. Así que pareció justo que cargaran con parte del costo del rescate, lo que pudieron haber hecho aceptando un "corte de cabello" en las cantidades que AIG les debía. En efecto, el Gobierno les pidió que hicieran justo eso. Sin embargo, dijeron que no, y ese fue el punto final. Los contribuyentes no sólo terminaron cumpliendo promesas tontas hechas por otras personas, sino haciéndolo por 100 centavos de cada dólar. ¿Se podrían haber hecho las cosas en forma diferente? Algunos analistas argumentan que el Gobierno no tenía forma de obligar a los bancos a aceptar un corte de cabello: o dejaba que AIG quebrara, para lo cual no estaba preparado, o tenía que cumplir los contratos como estaban. Sin embargo, esto parece un punto de vista ingenuo sobre cómo funciona Wall Street. Las importantes firmas financieras son un pequeño club, con intereses compartidos en sostener al sistema; desde los días de J.P. Morgan, ha sido común en tiempos de crisis llamar a los grandes jugadores a privarse de las ganancias a corto plazo por el bien común del sector. Allá en 1998, fue un consorcio de banqueros privados -no el Gobierno- el que puso los fondos para rescatar al fondo de inversiones de riesgo Long Term Capital Management. Más aún, las grandes firmas financieras tienen una relación de largo plazo, tanto con el Gobierno como entre sí, y pueden pagar un precio si actúan egoístamente en tiempos de crisis. El banco de inversiones Bear Stearns atrajo mucha mala voluntad al negarse a participar en el rescate de 1998, y se cree ampliamente que ella fue un factor importante en su desaparición 10 años después. Así que los funcionarios pudieron haber apelado a los banqueros para que ofrecieran mejores transacciones, por su propio bien, y simultáneamente haber amenazado con mencionar y avergonzar a los que pusieran obstáculos. Fue su decisión no hacerlo, igual que lo fue no empujar por un mayor control sobre los bancos rescatados a principios de 2009. Y, como dije, estas decisiones aparentemente seguras ahora han colocado a la economía en un grave peligro. Ya que la economía todavía tiene problemas profundos y necesita mucha más ayuda gubernamental. El desempleo es de dos dígitos; necesitamos desesperadamente más gasto gubernamental en la creación de empleos. Los bancos todavía son débiles, y el crédito todavía está restringido; necesitamos desesperadamente la ayuda gubernamental para el sector financiero. Sin embargo, si se trata de hablar con el elector común sobre esto, la respuesta que probablemente se obtenga es: "De ningún modo. Todo lo que hará será darle más dinero a Wall Street". Así que esta es la verdadera tragedia del mal llevado rescate: a los funcionarios gubernamentales, quizás influidos por haber pasado demasiado tiempo con los banqueros, se les olvidó que si se quiere gobernar efectivamente, se tiene que conservar la confianza del pueblo. Y al ser indulgentes con el sector financiero -que para empezar nos metió en este lío-, despilfarraron esa confianza. Por Paul Krugman - Servicio de noticias The New York Times - © 2009 Publicado en Diario Los Andes - Ver nota original
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